Quiero darte mi opinión sobre la educación actual y que papel juega en la sociedad. Antes de todo quiero indicar dos temas que me resuenan personalmente en mí. Uno es el de querer cambiar la sociedad. Para mí eso es un abstracto que fácilmente puede convertirse en un ideal alienante que oculta una profunda insatisfacción con la sociedad. Personalmente yo estoy insatisfecho y así lo siento con la actual vida que llevamos y durante mucho tiempo creía en la idea de querer cambiar el mundo. Creo que es bueno tener esa idea, pero al igual que el cura por mucho rezar no se convertirá en santo, el militante social por mucho “querer cambiar el mundo” tampoco lo conseguirá. Si analizamos el mundo, la historia, el devenir social vemos que el mundo en sus complejas interacciones ya está cambiando para bien o para mal, por lo que decir quiero cambiar el mundo, puede fácilmente alienarnos en un proceso de lucha contra algunos o algo, que realmente no existe tan solidamente como querríamos y más en este momento “globalizador”, además de que nuestro ideal de mundo aparece de nuestra mente ideológica. De todas maneras, no querría que se entendiese esta opinión como un no a militar por esa idea justa de que el mundo mejore, sino a reducir la exigencia moral de hacerlo, y de hacerlo según marque cada movimiento social. Al reducir esa exigencia moral, el mensaje positivo que conlleva “querer cambiar el mundo” llega a más y mejores lugares. Me refiero a ampliar nuestra conciencia para ver que el mundo tiene un plan oculto, que nosotros ni entendemos ni dominamos. Un buen economista puede hacer muchísimo por cambiar el mundo, igual que un político, e igual que un militar que tenga atisbos de conciencia en medio de la guerra en que se encuentra.
He de decir que el otro opuesto de la idea de “querer cambiar el mundo” es el de los que “el mundo no puede cambiar”, es simplemente una polaridad conceptual que no existe en el mundo real, porque el mundo ya está moviéndose, ya cambia. Eso sí, debemos convertirnos en ese ideal de persona que queremos ver en nuestra sociedad, allí radicará nuestra felicidad interior y sentido vital. Es donde podemos ser plenamente responsables para nosotros mismos. Nosotros en nuestra esencia humana ya somos fraternales y amorosos, el hecho de no poder realizarnos en ese plano, para los que nos damos cuenta nos hace crear un discurso radical y necesario donde se expresa nuestra petición por tener un posible mejor mundo. Es como si al tener negados esos sentimientos maternales, gritásemos ideológicamente en función del contenido sentimental que tenemos reprimidos. Yo digo de que cese ese grito de queja, y se convierta en un hacer responsable fluido con todos y todas, sin necesidad de ver tantos enemigos.

La otra idea que me resuena, es el de seguir soñando, a veces confundimos los sueños con las fantasías. Las fantasías solo hacen que producirnos frustración, sin embargo los sueños, son movimientos utópicos dentro de nuestra conciencia. Nuestros sueños no son ideales a alcanzar, sino energía que nos ayuda a caminar. Es posible que nuestros sueños no se cumplan, seamos realistas, pero es nuestra naturaleza humana y no podemos negarla, algo muy diferente son las fantasías que creamos que nos alejan de la realidad cotidiana.
Sigamos soñando y todo eso nos traerá cosas sólidas a nuestra vida, sigamos fantaseando y solo atraeremos sufrimiento y frustración. Lo bonito es soñar con los ojos abiertos, pero eso pocas veces ocurre, pero es posible.

Desde mi punto de vista la educación actual en nuestra sociedad occidental ya no juega un papel tan marcado en la idea de un autoritarismo fascista que juega con la coerción, la violencia pasiva, el miedo, o el castigo directo. Realmente es una educación relativista, o algunos “progres” lo llamarían, en su ceguera intelectual, democrática. En efecto, sigue habiendo un desequilibrio relacional que confiere una autoridad al maestro y una subordinación a los alumnos, pero el “como” y a donde conduce es diferente.

Es una educación que proviene de la LOGSE en nuestro país, de orígen constructivista, donde el conocimiento se crea y se construye en sociedad. Esto está bien, como esquema teórico, pero realmente ver así la vida, es negar las grandes verdades que existen, ya a nivel biológico, social, antropológico, psicológico, etc. Relativista porque no se puede alcanzar ninguna verdad, porque todo es subjetivo y nada es válido realmente, depende de la “opinión de cada uno”. Lo que se hace es aceptar todas las opiniones para así no hacer nada. Se vive como en un estado de esquizofrenia, donde aparentemente se acepta la opinión, pero no hay consecuencias. Es en sí nuestro sistema democrático y es así el tipo de maestro y alumnos que se forman en la escuela. Es una libertad de expresión donde la palabra es inválida, debido a sus múltiples significados, la cual nunca adviene una verdad absoluta. Y ciertamente la verdad existe.

¿Que tipo de persona se forma en estos contextos? Una persona que está alejada de lo real, que piensa pero no decide, que siente pero no asimila, que hace pero no tiene sentido. Realmente es un paso evolutivo mayor que la sociedad puramente autoritaria, y está a medio camino de una sociedad más libre y responsable. Es el llamado postmodernista…

Es una persona que opina y escucha, pero no comprende y se sensibiliza, es como un hombre sin alma. Cuidado porque también entre muchas personas que dicen educar en la educación libre, sin querer, educan en el relativismo a sus hijos, como medida de protección o evitación de las emociones duras. En este sentido me remito a la ausencia de autoridad moral que carecen algunos padres. El padre y la madre es la “autoridad” que da seguridad, amor y guía a sus hijos. Una autoridad que viene de autor y no de propietario. Ves niños que sus padres piensan en esta ideología libre pero que su hacer todavía sigue siendo o fascista inconsciente o relativista llamado demócrata. Esos niños siguen sufriendo un desamparo emocional, porque al mismo tiempo que un abrazo incondicional ama, una confrontación que limita, también es un acto de amor responsable. Es un equilibrio entre la autoridad y la afectividad, y siento si la palabra autoridad nos recuerda malos tiempos, pero la utilizo con otro significado totalmente diferente.

En definitiva, desequilibrio relacional con tintes democráticos y relativistas en cuanto a la verdad maternal, que sigue produciendo seres insatisfechos, que creen tener cierta libertad, pero que la gran mayoría se conduce en la ceguera, tomando decisiones solo en el ámbito del consumo, la vivienda, y otros menesteres de “corral”. El problema es que muchos no se dan cuenta de su raptor, pero es que es al fin y al cabo la semilla negra que tenemos que superar en nuestro porvenir: equilibrar individuo y sociedad, libertad y poder.

a veure si pots concretar totes aquestes idees en un “llibre blanc” 😉