25 gen. 2012

Buscando el peligro (III)

Author: abraham | Filed under: Relato

Yamamoto Ichirō se había alejado del palacio principal de los Ishikawa para dirigirse al templo de los Guardianes del Segundo Sello, que a diferencia del reconocido clan de los Tanaka, éste aceptaba a cualquier fanático que quisiera enfrentarse a los corruptos. Habían ido reuniéndose y progresado lentamente desde que se logró cerrar el portal y ahora eran un pequeño clan menor con alguna influencia en la zona, pero siempre supervisados por los señores de la Escuela de Magia. Su líder era un antiguo miembro de los Guardianes del Primer Sello que después de convertirse en Custodio, había caído en desgracia y ahora enseñaba sus habilidades a quienes quisieran escucharlo. Ichirō se presentó formalmente ante él y le pidió algún joven discípulo para que le acompañara en una patrulla rutinaria que dirigiría al día siguiente.
– Estaré encantado si aceptas a mi hijo Zakuo para que te acompañe – le dijo Tanaka Saburō –. Es fuerte y debe empezar a poner en práctica mis enseñanzas, espero que os sea de utilidad.
–  Será un honor para nosotros contar con su compañía, mi señor – sus palabras eran totalmente formales, sin el menor reflejo de sus propias ideas acerca del joven. Él mismo se había encargado de entrenarle en algunos aspectos y no lo consideraba una mala elección, pero aún estaba verde y, aunque no podía comunicarlo, aquello no sería tan rutinario como iba a parecer –. ¿Me permitís preguntaros si tenéis algún otro discípulo capacitado para acompañarnos? Nunca está de más contar con alguien más.
–  Dejadme que piense un momento – y su rostro fingió una reflexión innecesaria, pues sabía perfectamente quién podría ser –. ¿Qué os parece la dama Kanemoto Yumiko? Todo ella es pureza y bondad.
Demasiada bondad, pensó Ichirō. Yumiko era descendiente de una de las ramas principales de la familia imperial, pero desde siempre se había avocado a una vida de rezos, dejando apartada su posible implicación de la vida política. Además, su herencia Kanemoto la había convertido en una muchacha débil, enfermiza, y por ese motivo había convencido a su padre para que la dejara vivir en un pequeño templo alejado de la capital. Ahí, un viejo monje cuidó de ella y descubrió que ciertamente podría poseer un don divino, recomendándole que se dirigiera a los Guardianes del Segundo Sello para que la instruyeran debidamente. Saburō estuvo encantado de tener a un miembro imperial que apoyara su causa, aunque pasó por alto el hecho de que su familia la repudiara de manera interna, mostrando su apoyo sólo formalmente. Realmente la joven irradiaba una paz interior difícil de no advertir y su paso por el templo había afilado su rostro y fortalecido su cuerpo, aun así estaba tan preparada como Zakuo para la difícil tarea que les aguardaba.
– Muchas gracias por vuestra ayuda. ¿Les podrías comunicar a ambos la decisión? Les esperaré mañana a primera hora frente al palacio del gran señor Matsu.
– Así lo haré. Siempre es un placer poder ayudar.

Entre los dos novicios del los Guardianes del Segundo Sello y Sei, poco más que un aprendiz, a Yamamoto Ichirō le faltaba alguien en quien poder confiar si las cosas se torcían, pero por desgracia pocos magos competentes y capacitados para partir en esa empresa estaban esos días en la ciudad. El único nombre que se le ocurrió fue el de Kimura Mitsuo, un extraño y solitario mago. Su pequeña residencia se encontraba en las afueras de la ciudad, cerca a la zona restringida del Segundo Sello. Cuando llegó, le pareció que la vivienda se encontraba vacía, pero no tardó en distinguir la figura de Mitsuo cerca de la entrada mientras se dirigía hacia él.

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