4 juny 2012

Buscando el peligro (XXX)

Author: abraham | Filed under: Relato

Furukawa Kaede avanzaba flanqueada por Kaneda Tomoyoshi a su derecha y por Kosugi Kōta a su izquierda. Notó las miradas de los guardias de los Hermanos del Viento sobre ellos mientras cruzaban la gran puerta que los aislaba del mundo. En el patio que se extendía entre ella y el templo principal del complejo, esperaban los principales señores del clan, tal y como le había explicado Kōta que iba a suceder. La organización de los Hermanos del Viento difería de la mayoría de clanes, ya que su daimyō era elegido en una competición interna, sagrada y secreta, cada tres años. Además, todos los maestros compartían una relación fraternal que les permitía dirigir el clan de manera conjunta y dejar que el daimyō decidiera en caso de no ponerse de acuerdo. Kosugi Kōta también le había contado quienes eran esos señores cuando él abandonó el lugar y pudo reconocer a casi todos ellos.

Eda Ibuki se alzaba por encima del resto, con su torso desnudo y los musculosos brazos cruzados, con un aire desafiante. Unos ojos pequeños la observaban casi escondidos por unas cejas pobladas que competían con una descuidada barba para ocultar su rostro. A su lado, la grácil Okamura Takako. Vestía un elegante kimono con los colores del cielo y su larga melena negra ondeaba detrás de ella. Según Kōta, su belleza estaba a la altura de su esgrima. El siguiente era un anciano que se sostenía en un nudoso bastón. Aparentaba fragilidad pero, como buena discípula de Kaneda Takeshi, sabía distinguir el auténtico poder de los que se comunican con los kami. Su yojimbo le había llamado simplemente “el anciano”, ya que nadie conocía su nombre. A quién no reconoció fue al joven que sujetaba una yari de manufactura simple. Se le veía firme y resoluto, pero ocultaba cierto nerviosismo. Vestía las claras ropas del clan y una nívea armadura cubría su pecho y sus brazos, mientras que su rasurada cabeza se erguía libre de protecciones o adornos. En el centro y un paso delante de todos ellos se encontraba Uchida Sumiko, la daimyō de los Hermanos del Viento. Vestía una simple túnica y estaba armada con una naginata con múltiples adornos que contrastaba con su aparente sencillez. Sus ojos no mostraban curiosidad, ni indiferencia, ni superioridad. No, sus ojos mostraban un resentimiento profundo, un fuego intenso incapaz de ser aplacado. Y estaban fijos en Kōta, su esposo.

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